Durante el embarazo, cualquier tipo de enfermedad preexistente en la madre puede causar complicaciones o tener un efecto magnificado, especialmente problemas respiratorios. La dificultad para respirar provocada por el asma, por ejemplo, puede ser aún mayor durante el proceso natural del embarazo.
LA asma se caracteriza por ser una enfermedad inflamatoria crónica que afecta las fosas nasales y, por tanto, el sistema respiratorio. Es una patología relacionada con factores genéticos y ambientales que se manifiesta en forma de disnea, sobreproducción de moco en las vías respiratorias y broncoespasmo, que es la contracción de la musculatura lisa de las vías respiratorias, lo que reduce su diámetro.
Al esperar un bebé, el cuerpo femenino sufre “mutaciones” fisiológicas, como aumento del tamaño del abdomen, aumento de la producción de hormonas, entre otras condiciones, que por sí solas son capaces de dificultar la circulación del aire en los pulmones. El problema es que una mujer que tiene asma puede tener esta dificultad duplicada en caso de un ataque.
Tener ataques de asma durante los nueve meses de gestación puede, además de provocar una restricción respiratoria, dificultar los intercambios de gases que interfieren tanto en el organismo de la madre como del feto. “El asma mal controlada puede asociarse con un mayor riesgo de preeclampsia, prematuridad, retraso del crecimiento e hipoxia, además de aumentar el riesgo de mortalidad perinatal”, dice el Dr. Eddy Nishimura, ginecólogo del Hospital Santa Cruz.
El hecho de que el embarazada tiene asma no significa necesariamente que se produzcan los problemas derivados de la enfermedad. “En algunos casos, el asma puede mejorar o permanecer sin cambios. Según los estudios, las pacientes no embarazadas que tienen crisis más leves cuando quedan embarazadas pueden experimentar una mejora inesperada de la enfermedad ”, dice.
Pero, en cualquier caso, lo mejor es evitar los ataques de asma para mejorar la oxigenación fetal. Para lograrlo, la madre debe someterse a un tratamiento médico acompañada de un profesional que pueda recomendar medicamentos seguros para el feto. Además, se requieren evaluaciones clínicas mensuales, realizadas por un neumólogo, con pruebas pulmonares para medir la capacidad respiratoria de la gestante.
Con el tratamiento se controlará la función respiratoria de la madre, lo que proporciona bienestar al feto y asegura su buen desarrollo y permite a la madre mantener sus actividades rutinarias. “Además de las medidas preventivas, la atención debe incluir un seguimiento médico, que clasificará el grado de gravedad del paciente para indicar la terapia más recomendada”, aconseja el Dr. Eddy Nishimura.